viernes, 18 de agosto de 2017



Atentado en Barcelona

     Cuando ocurren acontecimientos como los que nos tocó vivir ayer, la pena, la tristeza, el dolor y la impotencia se instala en nuestros corazones. Nuestro pensamiento se desplaza y corre en busca de compañía, de la compañía de nuestros seres queridos, de nuestros amigos, de aquellas personas que nos transmiten seguridad y paz. Son esos momentos tan tristes los que nos ayudan a entender lo que la vida puede cambiar en un segundo.
      Lejos de derrumbarnos o de conseguir lo que esperan estos desalmados o enfermos que realizan estos atroces atentados, se genera en todos nosotros un sentimiento de solidaridad y de empatía que nos hace estar más juntos que nunca, más sensibles, más humanos y solidarios.

     En estos momentos tan duros se nos golpea a todos, se nos hace daño a todos, se nos muere alguien a todos y no hablo solo de españoles, hablo del mundo en general, e incluso de las naciones que han visto nacer a estos terroristas y que lloran con nosotros cuando descubren que no hay fronteras para sentirse amenazados y golpeados. En el fondo no tienen patria ni hacen lo que hacen por nadie, cuando alguien realiza un acto de este tipo realmente no quiere a nadie, ni defiende ninguna idea, ni ama a su país. Cuando alguien realiza un acto como el de ayer, o el que se cometió en Francia, o el de las Torres Gemelas, o incluso los atentados de ETA, está claro que pertenece a  algo sin nombre que bien podría explicarse acudiendo a términos psicológicos o sociales, pero al que yo considero no debemos acudir pues lo que no tiene una etiqueta no tiene existencia ni se puede explicar y el tiempo lo devora asignándole un lugar para el olvido.
     Es difícil aceptar lo que ha ocurrido y explicarlo o llegar a comprenderlo. Creo que es momento para llorar, para despedirse de aquellos a los que hemos perdido, para apoyar a los que tienen que asumirlo y para olvidar a los desalmados y asesinos que no aún no entienden que ya la humanidad no tiene fronteras de ningún tipo, que la raza no es una excusa, que la religión es un sentimiento y que no hay nada que justifique la violencia.
     Hoy nos toca llorar, pero mañana volveremos a sonreír y nos habremos hecho más fuertes pues tenemos el suficiente coraje para seguir trabajando por un mundo mejor en el que la alegría, la esperanza y la felicidad sean unas metas que se puedan conseguir sin tener que luchar fisicamente.

                                             “ La libertad no tiene dueño, es amor. El amor no tiene dueño, es libre ”.

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